Las tías
- Karina Sarmiento Torres
- 29 oct 2020
- 4 Min. de lectura
El aroma a café pasado. El canto de las chirocas. El corredor que conecta toda la casa casi como en un círculo. La pileta de baldosas celestes en el centro de la casa con pescaditos pequeños. Los pasos rápidos de la tía Auliria a la hora de ir a misa. Sultán, el perro, en el techo de aquí para allí, mirando atento quien sale y quien llega. Besos y abrazos, al despertar, la tía Mélida que me reclama por mis pies fríos, me despierta y me hace cosquillas. La tía Jovita en la cocina y su sonrisa pícara me recibe. Son tres las tías en la casa en Loja y el paso lento de la abuelita que avanza hasta la mesa en el patio junto a la pileta. Mi leche caliente, el pan con queso o las rosquitas y el café pasado para los adultos. Mélida ha salido ya a su trabajo en el colegio, en su camioneta azul.

Auliria vuelve de misa, pronto llegarán unas clientas a probarse el abrigo que les está cosiendo. Aprovecho para entrar rápidamente al taller, en el cajón de la mesa de costura estarán los tubos de hilos acumulados en este tiempo sin verlas. Con los tubos juego muchas cosas durante todas las vacaciones – serán carritos, rompecabezas, personitas -. La tía Auliria y Jovita no paran, entre la costura, la cocina y cada cosa de la casa. Llegan las señoras a probarse sus abrigos, los mejores de Loja son hechos por las tías.
Durante las vacaciones de la costa, en Loja continúan en clases, pero pronto será Semana Santa y la tía Mélida también tendrá vacaciones. En el jardín que bordea la casa me pongo a jugar, recojo flores, hay unas lindas flores fucsia que parecen lamparitas, se las puede hacer explotar. El cerramiento es bajo, solo tiene un detalle de hierro a cada metro. La entrada es muy linda, desde la puerta negra que da a la calle hasta la puerta de entrada, hay una cubierta, parte de este tumbado del garaje. El cerramiento es bajo, como era en ese tiempo. Cuando no está la camioneta podemos jugar en el garaje, aunque también está la moto del primo. La puerta de la entrada tiene un diseño único, es muy bonita y al abrirla la luz que viene de dentro de la casa es muy fuerte. En la entrada está la foto de los abuelitos y todos los tíos y tías – son fotos de carné – y dos donde están todos parados y sentados por orden de nacimiento – son 11 en la foto, no está la que murió siendo aún pequeña.
La abuelita está sentada en un sillón en la entrada. Mi abuelita sonríe. Ella no puede ver con uno de sus ojos – solo recuerdo su sonrisa -.
El taller de costura de las tías también está en la entrada, tiene una entrada independiente. Allí hay un sofá, un armario de madera, la mesa de costura. La tía mayor, Auliria, pasa gran parte del día con su cinta métrica en el cuello. Ella tiene el cuarto más grande en la casa. Ese cuarto tiene un pequeño patio propio con un árbol que sembró el abuelo. Mi tía tiene un pequeño ratoncito de hule en su velador. Siempre me dan ganas de tomarlo y jugar con él. Mi tía me deja solo un ratito y allí en su cuarto. No le gusta que le desordenen su cuarto. El cuarto de al lado es el de la tía Jovita, que trabaja con Auliria en el taller. Ella es quien lidera la preparación de las comidas. Cuando espío en su cuarto, ella me llama, siempre tiene un chocolate para mí.
Corro sin parar dando vueltas por la casa por ese corredor. Cuando me canso, espío en los otros cuartos. En uno de la esquina, no duerme nadie, pero hay muchas fotos en un cajón, me gusta verlas una y otra vez y preguntar quien es el de la foto, cuándo fue tomada esa foto, qué hacían y más. Voy a la cocina, pido a la tía Jovita que me pele una naranja, me la como con sal y pimienta. La tía se ríe y hace caras, la fruta con sal le eriza la piel.
La tía Mélida llega del colegio, es la hora de comer. Todos a lavarse las manos. Ese es el único momento que no disfruto. No me gusta la sopa y me servirán un plato grande. Eso me tomará mucho tiempo. Todos comen, pero yo sigo con la sopa. Me tomará dos horas terminarla, mis hermanos vienen por turnos a acompañarme. Finalmente termino y ya es tiempo para ir a la finca con la tía. Eso me gusta. Nos sentamos en el balde de la camioneta, a mí no me dejan siempre ir atrás. La finca del abuelo ahora es cuidada por la tía. En la finca hay gansos, chanchos y una vaca. En una parte de la pradera se puede encontrar fresas. También hay unos árboles que tiene un fruto que lo usaban para hacer pelotas y jugar – no recuerdo cómo se llaman -. La finca da a un río. El río siempre va tomando un poco del terreno, eso preocupa a la tía.
En la noche de vuelta en la casa, merendamos todos juntos. En la noche ya no hay sopa. Luego de comer, la abuelita llama a los nietos a rezar. Yo soy la más pequeña. Rezamos.
Cada año durante la infancia: las tías y la abuelita en la casa de Loja eran un lugar hermoso al que llegaba. Las vacaciones de la infancia entre Loja y Cariamanga me dejaron una luminosa huella en el corazón.
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