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Las amigas

  • Foto del escritor: Karina Sarmiento Torres
    Karina Sarmiento Torres
  • 28 ene 2021
  • 3 Min. de lectura

Un día sin sol, tranquilo, sin prisa. Preparo la mesa en el patio y me instalo, no me dura mucho la escenografía, comienza a llover. Hace poco recibí un mensaje que me emocionó, un mensaje de una amiga. Las amigas han sido fundamentales en mi vida, desde la primera, aquella imaginaria que me acompañaba a todas partes – aún la recuerdo con cariño -. Luego, mis amigas del barrio y de la escuela. Alicia, mi vecina y hoy también mi comadre. Yo, descalza cruzaba rápidamente la calle para ir a buscarla, corríamos de su casa a la mía y de la mía a la suya siendo aún muy niñas. Nos subíamos al muro del cerramiento y saltábamos o preparábamos comidas con las hojitas de los árboles y las florcitas que salían o nos poníamos a comer mangos o chifles – en su casa tenían un tanque lleno de chifles siempre -.

En la escuela, amigas que continúan siéndolo hasta el día de hoy, amigas por casi ya cuarenta y cinco años – ¡maravilloso! -. Recuerdo una ocasión con Shamya – ambas teníamos siete años - nos pusimos a pintarnos las uñas con un esmalte rojo de mi hermana. Mi hermana había recibido no hacía mucho tiempo una nueva cómoda y ella tenía maquillaje, esmaltes, bisutería. La pintada de uñas avanzaba tranquila cuando de repente, el esmalte rojo se cayó, se quebró encima de la cómoda nueva. Nos quedamos paralizadas por un segundo, pero rápidamente corrimos y tomamos lo primero que vimos para limpiar la tremenda mancha de esmalte. Tomamos el esmalte roto lo envolvimos en un trapo – que bien pudo haberse tratado de una prenda de ropa aún útil – y, lo botamos. Luego, pretendimos que no había pasado nada. No tuvo que pasar mucho tiempo para que mi hermana lo supiera, la mancha de un esmalte rojo no es fácil de ocultar, pero lo superó sin mucho drama – pienso o así lo recuerdo -.


Luego ya en la secundaria, cuando todo el grupo de amigas nos subimos juntas en una ruta de un bus local y llegamos al fin de la parada, entonces Eva – con esa fuerza impulsiva que la mueve – se dio cuenta de que el bus tenía la llave puesta y lo tomó, dio la vuelta y avanzó. Todas reíamos sin parar. El dueño del bus nos seguía corriendo, fue solo un corto momento intenso y divertido. No pretendíamos ir lejos, solo jugar una pequeña broma – tal vez pesada y peligrosa – pero increíble a los quince años. O aquella vez, cuando luego de haber compartido tantas aventuras, descubrimos Conchita y yo, que ambas disfrutábamos escuchar la música de Silvio Rodriguez – estamos aún en el colegio -.


Así las amigas se vuelven parte vital de tu bienestar, tu felicidad, tu avanzar. Estos tiempos tan jodidos de encuentros limitados, me he hecho más consciente de cómo cada una de ellas ha inspirado mi vida: las amigas de Portoviejo, las amigas de Sussex y la sociedad latinoamericana, hoy regadas por el mundo siempre creando algo. Las amigas de la danza y el teatro. Las amigas de talleres y encuentros, que luego se volvieron relaciones para siempre. Aquellas con las que podemos compartir momentos tan similares a pesar de la distancia, como si la vida quisiera que compartiéramos la misma experiencia y así cuando se da el reencuentro, nos da la impresión de haberlos vivido al mismo tiempo. Las del trabajo, con la que avanzamos con los mismos objetivos. Aquellas con quienes crecí viendo crecer a las hijas. Las de la espiritualidad, el yoga y la sanación. Las de carreras profesionales impresionantes. Las que hacen cosas totalmente diferentes o viven situaciones diversas. Las que odian el cilantro y las que aman las aves y aquellas que te sugieren hacer un minuto de meditación cada hora. Son tantas, ¡tanta fortuna!


Las amigas son alegría, pero sobre todo siempre están allí cuando he tenido días opacos, entonces podemos abrigarnos, seguir y reírnos como si no pasara nada y en efecto, la vida sigue. Así quisiera también tener la capacidad de sanarlas en sus momentos duros, estar allí, acompañarlas. Ahora preparándome para un nuevo viaje, vuelvo a un lugar que conozco, pero sobre todo donde seré recibida y a la vez, salgo de un lugar que me acoge cada vez que llego, me abriga con los rápidos planes de encuentro de Shamya y Conchita. No sé si la vida me permita volver a ver a todas mis amigas, pero la vida me ha dado ya la fortuna de abrazarlas incluso en la distancia. Esos son los recuerdos, abrazos fuertes que te acompañan.


 
 
 

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