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La depresión

  • Foto del escritor: Karina Sarmiento Torres
    Karina Sarmiento Torres
  • 12 nov 2020
  • 4 Min. de lectura

La depresión no es estar triste. No son las lágrimas que lloras, son las lágrimas que no lloras y están contenidas sin saber que las contienes. Son aquellas que salen sin razón con el rostro plano de emoción. Allí, en todo eso que piensas que absorbes y no lo has hecho. Es llegar al final del día y sentir que estás vacía y no entiendes por qué. Un estar presente y saber luego que nunca estuviste. Un verte tranquila y de repente darte una cachetada porque te lo mereces. Y a veces sí es llorar, llorar como una niña asustada porque no está mamá o papá. Sí, es un hueco frio, obscuro y profundo que no da miedo y, por tanto, no hay necesidad de salir. Pero poco a poco te va consumiendo. Es silenciosa y peligrosa. El remolino en que te envuelve te puede llevar a lugares de no retorno.

¿Qué te hace volver a verte? En mi caso, subir la misma grada de la escalera y no poder llegar al piso de arriba, me termino cansando. El optimismo y el amor a la vida no se llevan bien con la depresión y sobre todo son más fuertes que este terrible parásito que pretende comer tu alma. Como muchos parásitos es difícil sacarlo de tu cuerpo. ¿Como deshacerse de ese intruso que te paraliza? No hay una sola receta con certeza. Lo más difícil, claro está, es darse cuenta de que este animal está allí y cuánto ha podido corromper tu cuerpo.


Lastimosamente, no todas las personas logran darse cuenta y muchas son consumidas, pues darse cuenta requiere que puedas verte, o puedas ver cómo la realidad que te quiere mostrar el parásito no existe. Una alarma puede ser el sentir que sigues en la misma grada, a pesar de lo mucho que parece que has construido y al mismo tiempo, en secreto, te dices algo no placentero, entonces para y date un segundo para respirar. Cierra los ojos. Vuelve a respirar y podrás ver que es mentira que ese hueco obscuro, donde parece que estás muy cómodo, tiene una puerta allí mismo donde estás. No al fondo del túnel. Allí, justo allí donde tú estás. Sin saberlo, tú eres la puerta y tú el túnel obscuro y frío.


SÍ, por eso te sentías tan seguro. Es cierto, cambiar esa sensación de protección puede asustarte al verte sin muros que te cubran. Cierra los ojos, respira y deja que las preocupaciones se vayan. Siente, siente tu respiración y ahora estás allí donde quieres estar. Yo te propongo que te imagines en una playa – no hay ojos que miran – solo estás tú, echada en la arena y te sientes. Sientes tu cuerpo, el sol te calienta, tu piel absorbe ese calor y tú solo puedes reír. Te levantas, corres al agua, el agua tibia y rica del mar te cubre y te vuelves a lanzar a esas olas. Juegas en las olas sin parar. Vuelves a la arena y te recuestas y nuevamente con el sol en tu cuerpo, estás allí contigo y feliz. Eso se siente muy rico. Abre los ojos y mírate, esa eres tú. La que ríe, la que disfruta, la que corre, la que habla, la que dice, la que no dice, la coqueta, la que calla, la que ama, la que alegra, la que crea, la que enloquece, allí estás, ¿lo habías olvidado? Es tan fácil, a pesar de esa sensación hermosa, olvidarse de una misma.


Entonces, ya contigo, ¿por dónde comenzar? Tanto que mostrarte, tanto que te habías perdido de ti misma. Yo había olvidado lo mucho que disfruto escuchando música y como mi cuerpo enloquece al sentir las notas, la voz, la melodía y sí está solo no deja de moverse disfrutando cada nota – los brazos van y vienen, mis manos, y la cabeza ya está más allá y mis piernas vuelan y ese movimiento que inunda todo el corazón con razón o no -. Había olvidado que me encanta interpretar personajes. El escenario es inmenso y yo, mirando al vacío y soy, soy todos los personajes que quiera ser … “¡Ay de mí! ¡Ay de mí llorona, llorona de ayer y de hoy!”

Tantas otras muchas cosas que descuidas sin darte cuenta. Ya son más de casi 24 meses en que vivo más conmigo misma. Suena duro decirlo así – no es un proceso lineal sin matices - no estoy segura cuando comenzó y cuáles son los momentos que dejé pasar, eso no importa ya. Escribiendo estás líneas, aprendiendo finalmente francés, iniciando una formación más en ese idioma, arrancando un trabajo que disfruto, aprendiendo más sobre escritura creativa, venciendo mi miedo al frío, aprendiendo a comer conscientemente, cuidando mi cuerpo, meditando, respirando, leyendo más, participando en un club de lectura de manabas, aprendiendo sobre asilo en Europa, tratando de no consumir por consumir, prendiendo mi velita blanca, conectando con mis espíritus y ángeles guardianes, aprendiendo a peinarme y ponerme crema en la cara, aquí estoy contenta y con curiosidad de todo lo posible y maravillada de todo lo presente.


 
 
 

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