Divagando
- Karina Sarmiento Torres
- 21 ene 2021
- 3 Min. de lectura
Un nuevo año da inicio. Siento que estoy comenzando en pausa. ¿Cómo se comienza en pausa? En estado contemplativo, lista para lo que venga o lista para poner play cuando sea. El miedo al contagio continúa, pero hay que seguir, así que se sigue. Los encuentros son imprescindibles. La práctica de la gratitud es más frecuente ahora - lo veo en varias redes -. También es una práctica que disfruto. La rutina del trabajo desde casa se ha vuelto placentera: me gusta. Puca – mi perra – se acuesta a mi lado mientras trabajo. Cinco minutos para la una, ella se levanta y comienza a estirarse, el anuncio de que es hora de almorzar. Hace lo mismo al final del día.

Yo me he tomado mi tiempo para retomar el tiempo, como si tuviera todo el tiempo y es que en realidad lo tengo – no sé cuánto pero no importa – ahora pienso que lo tengo. El día se adelanta y se me hace corto. Mi amiga Consuelo está en mi pensamiento, no la suelto. Juego con las palabras, trato de escribir un monólogo, no sé si lo logro. Hablo conmigo y me digo que esto es un juego. En serio. ¿De qué estás hablando? No lo sé, pero eso no importa. Sigo. Miro. No quiero mirarme. Allí estoy yo, la loca insensata que no para – ¿soy yo? -. ¡Para! ¡no pares! Me río. No quiero parar, ¿por qué tanta prisa? No es la mía. Es mi juego, avanzo, me imagino avanzando. ¿Hacia dónde? No lo sé.
La última reunión del día empieza, sigo escribiendo. Me encanta cómo avanza la reunión. No tenía idea de que esta reunión me llevaría a una conexión tan buena. Como en una relevación, de la nada, he creado un nuevo proyecto. Es tan increíble cómo las cosas pueden fluir tan rápido.
En doce días voy a Lima, ya tengo mi boleto. Espero tener el coraje para ir en bici a la oficina. Sí, esta vez lo haré, quiero perder el miedo a andar en bici en la ciudad. En la nueva casa, pondré dos hamacas y unas plantas grandes en la sala. Tal vez podría tener un espacio de baile, un cuarto vacío, hace rato que no tengo un espacio así. Yo en el escenario – música de Yann Tiersen – no, no puedo quererte más, subo una escalera que pasa por unos hombros y subo, subo, subo, no hay manera de bajar, cómo podría dejarte – espacio vacío - y sin embargo, lo he hecho. Es así y luego bajo de un salto y damos vueltas, vueltas que van y vienen sin parar. ¿Sientes? son mis manos. ¿Sientes? soy yo. Volví. Estoy aquí. Este es mi espacio, caja vacía, mi caja llena… ¿Cómo te dejé ir?
Suena el timbre, no respondo. Los perros están aquí conmigo, no quería que ladren. Me gusta este silencio. Me gusta esta sensación de solo sentir. Veo mis manos tocar el teclado, como si tocara un piano – no sé tocar el piano – pero me imagino que se debe sentir así, y salen las palabras como llegan. Mi corazón late fuerte. Las palabras bailan a mi alrededor. No necesito atraparlas, se desplazan al ritmo que quieren. Un cosquilleo en los brazos, tengo ganas de moverlos, pero siguen atados al teclado y son los dedos los que se mueven. Puca quiere salir, la ignoro. Entonces, las veo y allí está nuevamente el elenco completo, pequeños saltos – uno, dos, tres -. Cierro los ojos, escucho – La Noyée 2 -. Es así, ¡no puedes respirar! El mundo se agota y lo dejo ir. No puedo, no puedo dejar que terminé así. Tanto que hacer, pienso. No lo voy a dejar ir. Es como un nudo en la garganta, una idea atrapada que no dejo salir. Trato de quitar el tapón, tengo que dejarla salir, es mi idea, ¿por qué está atrapada? Hay un lugar mejor al que ir. No es verdad, no lo hay. Ya le he puesto color, forma y aroma, a esa, mi idea, mi sueño. Aquí, allá, soy yo, la loca insensata. Se acabo el agua y aún tengo sed. Los mosquitos me atacan, aun estando en pausa.
Despierto, estoy despierta.
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